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ENTREVISTA

MONSEÑOR OSCAR URBINA ORTEGA

Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana

Foto: Claudia Rubio – Periódico EL Tiempo, Colombia.

COLOMBIA PUEDE “REPENSAR UN PROYECTO GLOBAL DE NACIÓN”

El Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia expone su visión del país ante las próximas elecciones presidenciales.

Por: P. Álvaro Gutiérrez

Oscar Urbina Ortega, de origen campesino, de trato amable y sencillo, jerarca de la Iglesia, pastor con profundo sentido humano, es el actual Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. Por su amplio recorrido pastoral en la Iglesia Colombiana, comprende con agudeza, la cruda realidad social del país, sus quejas y anhelos más profundos.

Nació en Arboledas, Norte de Santander. Realizó estudios de primaria en la escuela del pueblo, luego, formado con los Padres Redentoristas en el Seminario Menor de Servitá, Santander, cursa el Bachillerato. Termina la formación filosófica en el Seminario Mayor Redentorista de Bogotá, donde estudia después Catequesis y Teología en la Universidad de la Salle y San Buenaventura, respectivamente. Fue ordenado sacerdote el 30 de noviembre de 1973, cinco años más tarde, en Roma, recibe licenciatura y doctorado en Filosofía como alumno del Colegio Pío Latinoamericano y de la Pontificia Universidad Gregoriana. El 13 de abril de 1996 fue ordenado Obispo, como titular de Forconio y Auxiliar de Bogotá. En 1999 es Obispo de su tierra en la Diócesis de Cúcuta, Norte de Santander y en el 2007, hecho arzobispo, llega a Villavicencio, donde actualmente es Pastor.

En comunicación con el Jerarca de la Iglesia, monseñor Urbina nos expone de manera clara los puntos que dan forma a la realidad social y política del país, desde la óptica de la Iglesia y ante el momento histórico que vivirá la nación en las próximas elecciones a la presidencia de la República. Esto fue lo que nos dijo.

¿Qué lectura social hace en el rostro del pueblo colombiano, próximo a la elección de un nuevo gobierno en el país? 

En primer lugar, denuncia Monseñor, se están presentando nuevas formas de violencia y de terrorismo, en las ciudades y en los campos, así como el cruel asesinato de líderes sociales, indígenas, mujeres y menores de edad. Reaparecen estructuras armadas ilegales y bandas criminales como el y lasque siguen sembrando dolor y muerte.

 

En el escenario público, sorprende la corrupción generalizada que está minando personas y estructuras de nuestra sociedad. Además, no ceden la polarización y la división por cuenta de partidismos e intolerancia, que impiden llegar al proyecto común que necesita el país. Se advierte, por otra parte, una creciente pérdida de confianza en los órganos que deben administrar justicia y en otras instituciones públicas.

 

Duele cada vez más, afirma monseñor Oscar, la crisis humanitaria que padecen quienes vienen de Venezuela a las zonas de frontera y a otros lugares del país; están afrontando situaciones que urgen una rápida solución. Continúa, además, el alarmante aumento del microtráfico de estupefacientes y crece la capacidad corruptora de quienes controlan sus redes de distribución, incluso con aberrantes estrategias para inducir a los niños y adolescentes a la drogadicción. 

 

Entre tanto, avanza, la cultura del descarte, que abusa y destruye el medio ambiente, convirtiendo en desperdicio no solamente las cosas y los recursos útiles, sino también a las personas, considerándolas sólo como un bien de consumo. Es lamentable la indiferencia y pasividad de muchos frente al sufrimiento, la enfermedad, la pobreza, la vulnerabilidad de los niños y los ancianos. En este ámbito, se constata que se siguen dando iniciativas legislativas y de otros órdenes que no valoran ni protegen la vida humana y la familia. Se insiste en una colonización ideológica que da frutos en la implantación de experiencias educativas amparadas en la ideología de género, y que ponen la educación al servicio de proyectos y agendas foráneas. Concluye Monseñor.

¿Cómo acompaña la Iglesia en Colombia a sus fieles en este proceso electoral, de cara a un horizonte más esperanzador?

Proponemos, a los fieles católicos y a todas las personas de buena voluntad, indica Monseñor, algunos criterios y fundamentos para un voto responsable, libre y consciente.

  • Involucrémonos en el proceso electoral, derrotemos la indiferencia y comprometámonos. 

  • Reforcemos con el voto el comportamiento ético de nuestra sociedad y acabemos con la corrupción. 

  • Exijamos campañas transparentes y que favorezcan la unidad. 

  • Analicemos cuidadosamente la trayectoria y las propuestas de los candidatos. 

  • Pensemos en las necesidades más urgentes de nuestra nación. 

  • Elijamos a quienes les duela la realidad de los colombianos. 

  • Aseguremos el país sobre valores fundamentales y protejamos su institucionalidad. 

¿Qué oportunidades, deficiencias y riesgos logra ver en la realidad social y política del país?

Oportunidades: El haber dado el primer paso, a pesar de las dificultades, en la búsqueda de una paz estable y duradera. Esto permite al país repensar un proyecto global de nación y el que se vaya resolviendo el tema agrario, laboral, participativo, en los ambientes democráticos, de crecimiento económico y social.

 

Deficiencias: La implementación de los acuerdos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han tenido fallas e improvisaciones que afectan la credibilidad en el gobierno, especialmente para el segundo diálogo que se realiza con el Ejercito de Liberación Nacional (ELN). Le falta todavía al Estado, llegar a todos los lugares, especialmente donde ha sido más fuerte el conflicto. El sistema de salud y educativo, aunque se ha buscado un cubrimiento de toda la población, aún es deficiente en ambos campos.

 

Los riesgos: La corrupción que ha permeado todos los ámbitos de la vida social y económica pone en riesgo una vida democrática transparente y un desarrollo integral sano. Las nuevas violencias desde la familia hasta la violencia armada, crean un gran riesgo para la convivencia y la reconstrucción del tejido social que el conflicto ha deteriorado. En la vida política, la polarización del país no permite la construcción de un proyecto común de nación en todos los campos.

La Iglesia en Colombia ha sido siempre un mediador oportuno y eficaz en la búsqueda de la paz del país en distintos procesos y conflictos armados de su historia; ¿Cree usted qué va por buen camino la consolidación de la paz, después de la firma a los recientes acuerdos con las FARC?

Hemos identificado ocho raíces que generan violencia y frente a estas amenazas, queremos comprometernos a ayudar en su erradicación, con la implementación de talleres, para consolidar la paz y caminar hacia el horizonte de la reconciliación, que el Papa Francisco nos trazó en su reciente visita a Colombia.

 

La Primera, el alejamiento de Dios, que está a la base de la pérdida del sentido de la vida y de la conciencia frente al mal. Después, la crisis de humanidad, pues el olvido de Dios conduce inevitablemente al desconocimiento de la dignidad del ser humano. En tercer lugar, la desintegración de la familia, con sus efectos de violencia, abandono, soledad, resentimiento, atropello a los más indefensos. Por consiguiente, como cuarta raíz, la pérdida de valores y el relativismo ético, que destruyen el tejido social y que terminan por oscurecer la conciencia de las personas.

 

Por otra parte, como quinta raíz, los vacíos del sistema educativo, que se manifiestan en permanentes ensayos y copias de modelos pedagógicos foráneos; sin pensar en una verdadera e integral formación de las personas. Es evidente, además, como sexto punto, la ausencia del Estado o su debilidad institucional, que se expresa en el olvido del campo, poca infraestructura en algunas regiones, la falta de acceso a servicios básicos fundamentales, escaso control de la minería legal e ilegal; insuficientes mecanismos de protección del medio ambiente. También se percibe esta problemática en la deficiente administración de la justicia.

 

Las últimas dos raíces corresponden a la inequidad social, por un lado, que en Colombia sigue siendo uno de los factores que genera mayor violencia; continúa la enorme brecha entre ricos y pobres, no sólo referida a las personas sino también a las regiones; Y, por otro, la corrupción, que es una de las más fuertes amenazas a la construcción de la paz, es un mal que permea la sociedad en sus estructuras fundamentales; y no menos peligrosa es la corrupción de las ideas, de los principios y de los valores. 

 

Ante tales raíces, éste es nuestro compromiso:

 

Seguimos con nuestros procesos de Evangelización anunciando a Jesucristo, “él es nuestra paz y ha derribado el muro que nos separaba, el odio”(Ef 2,14); el Señor nos ha confiado el “ministerio de reconciliación”(cf. 2Co 5,19) y nos ha exhortado, de modo particular, a“ser misericordiosos como el Padre es misericordioso” (Lc 6,36).  El mejor aporte que le hacemos al país es una Iglesia viva, misionera, con un laicado comprometido, bien formado, y viviendo su fe en comunidad.

 

Nos centramos en el anuncio y la defensa de la dignidad del ser humano. La familia es el centro de nuestro trabajo pastoral. Estamos convencidos de que la ética, y una ética no ideologizada, permite crear un equilibrio y orden social más humano. Renovamos nuestro empeño en promover la práctica de los valores humanos y cristianos, y particularmente de aquellos que hacen posible una sociedad fundamentada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad.

 

A través de nuestras instituciones educativas y de los espacios pedagógicos, promovemos un modelo educativo integral, humanizador, que propicia la formación de la niñez y la juventud para la construcción de un mejor mañana. Nos comprometemos, por medio de la acción pastoral, a promover la participación ciudadana, a favorecer el vínculo entre las comunidades y las autoridades. 

 

Trabajamos por un cambio profundo en los colombianos para asumir la ética de la responsabilidad, la justicia y la convivencia.  Ejercemos de manera profética la insistencia en la justicia social y en el cuidado de la creación. Seguimos trabajando en favor de un sistema económico justo y solidario, que supere las injusticias que están en el origen del conflicto armado.  Difundiremos con mayor vigor la Doctrina Social de la Iglesia.

A manera de mensaje, desde la fe, ¿Cómo debe asumir el creyente estos momentos actuales, en los que se escribe la historia de la Nación?

A quienes persisten en las vías de la violencia, que de una vez por todas, se den cuenta que la venganza, la mentira, la prepotencia y el terrorismo no resuelven nada; al ELN, que, teniendo en cuenta los clamores del pueblo, cese ya las amenazas y acciones violentas, para que aparezca la verdad y la buena voluntad en el camino de la paz.

 

A nuestros gobernantes, que afronten con un liderazgo claro los problemas urgentes de la nación y la situación de los migrantes que llegan de Venezuela, también, que continúe en el empeño de seguir buscando una salida negociada al conflicto armado que aún nos queda, como un aporte indispensable a un proyecto integral de paz para todo el pueblo colombiano.

 

A los jóvenes, que no se vayan del país, que mantengan viva la esperanza, que sigan luchando por los grandes ideales personales y de Colombia. A las familias, que se conviertan en santuarios de la vida y no renuncien a la importante misión de educar a los hijos; este es un servicio indispensable para el país.

 

Finalmente, al pueblo colombiano, que asuma con sensatez y responsabilidad la misión que le corresponde en este momento histórico. En los próximos comicios a la presidencia de la República, lo invitamos a no dejarse engañar ni desinformar por opiniones irresponsables e infundadas que circulan en las redes sociales.

 

Monseñor Oscar Urbina Ortega ha hecho una descripción panorámica de la compleja realidad del País, tocando puntos neurálgicos que hoy son la preocupación general del pueblo colombiano, que espera, entre otras cosas, encontrar en el futuro próximo, un gobierno sensato y honesto que conduzca a la Nación hacia un verdadero camino de integración social. 

 

Agradecemos a Monseñor Urbina, que ha servido hoy como referente del discernimiento que el pueblo de Colombia debe hacer en el ejercicio democrático, que permitará la búsqueda y construcción, como dice él, de un verdadero “proyecto global de Nación”.

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