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NOTICIA

Encuentro de Mons. Víctor Manuel Ochoa, Obispo de Cúcuta, Colombia (Derecha) y Mons.  Mario Moronta, Obispo de San Cristobal, Venezuela (Izquierda).

EN MEDIO DEL DRAMA, LA CARIDAD SE HACE PROFETA

La Iglesia en Colombia, no disminuye esfuerzos ante la actual crisis fronteriza con Venezuela.

Por: P. Álvaro Gutiérrez

Mons. Víctor Manuel Ochoa, obispo de Cúcuta, en el Puente Internacional Simón Bolívar.

En conversación con el obispo de Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela, monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, sobre esta situación, recuerda que se cumplen casi tres años desde que el gobierno de Venezuela, en agosto de 2015, declaró el estado de excepción y cierre indefinido de la frontera, “desde entonces, el drama de miles de personas no cesa; se han deportado alrededor de 32 mil colombianos que vivían en Venezuela y actualmente 45 mil venezolanos a diario siguen cruzando la frontera. Desde el comienzo, la Iglesia de Cúcuta ha tratado de ser profecía de la caridad, de la atención y del cuidado de los hermanos venezolanos que sufren”. 

 

Con la deportación masiva de colombianos, la primera acción tuvo lugar en la creación de equipos de pastoral y acompañamiento psicosocial, que en conjunto con instituciones internacionales de ayuda humanitaria hacen entrega de carpas, alimentos y Kits de aseo personal. Aquí, sacerdotes, diáconos y seminaristas atendieron la emergencia en los distintos albergues, muchos de ellos organizados por la Iglesia antes que hiciera presencia el estado colombiano; asimismo, continuó el trabajo con programas de ayuda alimentaria en unión con el programa mundial de alimentos a familias que se instalaron en distintas zonas apartadas de Cúcuta en condiciones de mucha pobreza.

 

Desde hace 9 meses, la atención se ha centrado en las miles de personas y familias venezolanas que cruzan la frontera, la mitad de ellas para comprar alimentos y medicinas, y luego retornar a su País; y la otra mitad, ya no regresa por la difícil situación, instalándose la mayor parte en Colombia, algunas veces en condiciones desfavorables o en países vecinos como Perú, Ecuador y Chile.

 

Tal situación ha generado un mayor problema social, de pobreza, delincuencia y prostitución, sobre todo en la ciudad fronteriza;  frente a esto, la Iglesia no disminuye esfuerzos; se ha creado una casa de paso que atiende casi 2 mil personas diarias con alimentación y atención espiritual y psicosocial; ocho comedores de caridad en distintas parroquias de la ciudad y el Centro de Migraciones que recibe alrededor de 140 personas, para hospedarlas por tres o cuatro días mientras continúan su camino a otras partes del país o del continente. 

 

 “Esta crisis ha sido un regalo de Dios para nuestras parroquias y comunidades”, afirma monseñor Víctor Manuel, “porque nos pone frente al sufrimiento y dolor de tantas personas, y ante ellos, tenemos que ser sensibles. Desde la fe, ha sido una oportunidad para acogerles con la caridad de Cristo que nos urge; nuestra respuesta es pequeñísima frente a esta gran realidad; sin embargo, cientos de personas y agentes pastorales nos hemos hecho profetas vivientes de la caridad en ese servicio y atención a la persona humana y sobre todo a los que sufren en este pequeño territorio fronterizo de Colombia con Venezuela, que aún en medio del drama, la caridad se hace profeta”.

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