¿Quién es Jesús para mi?
¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? ¿Sabes si tu respuesta es acertada?. Hace algunos domingos, la liturgia de la Palabra nos llevó a la escena del Evangelio de Mateo en la que Jesús dirigiéndose a sus discípulos les pregunta, quién dice la gente que es Él; a lo cual ellos responden, unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías o Jeremías, o alguno de los profetas. Mt. 16, 13-20
Hasta entonces, Jesús ha hecho ya abundantes signos y prodigios que hablan del Reino de Dios, de esa presencia de Dios en medio de su pueblo en la persona de Jesús, "los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva" Mt. 11,5. Pero evidentemente, lo que sus discípulos cuentan que dice la gente, no corresponde a una idea clara de la persona de Jesús, como Mesías y Señor. Podríamos decir, es la misma respuesta que en nuestro tiempo sigue teniendo mucha gente acerca de Jesús, que es un hombre extraordinario, un gran líder social y revolucionario, un gran profeta o maestro espiritual, un gran hombre de Dios.
Entonces Jesús, hace la misma pregunta directamente a sus discípulos, sus amigos Jn. 15, 15, quienes viven con él Jn, 1,39 y son testigos de esa Buena Nueva, a quienes el Señor les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, Mt 13, 11 y efectivamente, Pedro toma la palabra y proclama una profesión de fe que sólo Dios Padre puede revelar al corazón del hombre: Jn. 6, 44 "Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" Mt. 16, 16
Ahora bien, después de más de dos mil años, cada vez que escuchamos las palabras del Señor Jesús, que somos testigos de sus gestos de compasión y misericordia, que recibimos sus enseñanzas y contemplamos sus prodigios, al leer, proclamar, escuchar, meditar u orar su Evangelio - su Vida, nos convertimos en discípulos del Maestro. A sus pies, somos ese campo en el que el Señor siembra la semilla de su Palabra. Esta condición de nuevos discípulos suyos, nos incluye también, en la pregunta que hace el Señor a los discípulos de su tiempo cuando vino al mundo, ¿Quién soy yo para ustedes?
La respuesta sin duda, es personal, nace del encuentro y la amistad que tengamos con Él, de esa intimidad y comunión fraterna que se desarrolla en la medida en que tratamos de vivir en su presencia, aún en la cotidianidad de nuestros días como verdaderos discípulos suyos. Entre más vivamos en Él y Él viva en nosotros, más le conoceremos, porque conoceremos al Padre Jn. 14, 7 Y de esta experiencia, su sabiduría será uno de nuestros mayores tesoros. Por tanto nuestra respuesta será siempre acertada.
Y es que, mientras más se esclarece para nosotros el Misterio de Dios en la persona de Cristo, más somos conscientes de quiénes somos nosotros también, se esclarece el misterio de nuestra humanidad, destinada a la Gloria y Voluntad de Dios. Esta es la experiencia de Simón, hijo de Jonás, quien una vez descubre y proclama el misterio del Cristo en la persona de Jesús, el Señor ahora le revela su identidad, su destino, el misterio de su vocación y persona: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" Mt. 16, 18; "A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". Mt. 16, 19
¿Quién es, entonces, Jesús, para ti? Llegar a la respuesta que el Padre revele en ti, implicará un camino que habrá que hacer al lado de Jesús, como su discípulo, en el que le conozcas y le ames; en ese momento, no sólo sabrás quién es Él para ti, sino que ahora entenderás tú quién eres, porque sabrás quién eres tú para Él y qué plan tiene el Señor para ti. Sólo cuando te re-descubras en Cristo Jesús, construirás en la Tierra para ti mismo y los demás, un mundo mejor, y administrarás con sabiduría los bienes que recibes de Dios ahora y siempre.
